What to eat to improve the microbiome? - InnerBuddies

Qué comer para mejorar el microbioma?

Descubre los mejores alimentos para mejorar tu salud intestinal y potenciar tu microbioma. ¡Aprende qué opciones nutritivas pueden apoyar la digestión, la inmunidad y el bienestar general hoy mismo!

La dieta del microbioma se está convirtiendo rápidamente en un enfoque popular para mejorar la salud digestiva, potenciar la inmunidad y mejorar el bienestar general. Esta entrada del blog explora qué alimentos apoyan mejor al microbioma intestinal y cómo las elecciones dietéticas moldean directamente la composición y la diversidad de este vital ecosistema interno. Descubrirás cómo los granos antiguos, los alimentos fermentados, las legumbres, los probióticos, las verduras ricas en fibra y los prebióticos impactan positivamente tu entorno intestinal. También abordamos cómo las pruebas del microbioma pueden resaltar desequilibrios y orientar nuevas estrategias alimentarias. Si te preguntas «¿Qué debería comer para mejorar mi microbioma?», esta publicación ofrece conocimientos nutricionales y consejos prácticos basados en la ciencia para ayudarte a tomar decisiones alimentarias seguras y nutritivas cada día.

Aprovechando el poder de la dieta del microbioma: cómo tus elecciones alimentarias influyen en los resultados de las pruebas del microbioma intestinal

La salud digestiva ha cobrado protagonismo en los últimos años, gracias a la creciente consciencia sobre el microbioma intestinal: una comunidad intrincada de billones de microorganismos que viven dentro de nuestros tractos digestivos. Estos microbios, principalmente bacterias, influyen en todo, desde la digestión y la absorción de nutrientes hasta el estado de ánimo y la función inmune. Con el auge de las pruebas del microbioma intestinal, las personas ahora pueden conocer más sobre la composición única de su microbiota y hacer cambios basados en conocimientos científicos.

Las pruebas del microbioma intestinal implican analizar una muestra de heces para evaluar las especies microbianas y las cantidades presentes en el intestino. Estos resultados permiten a las personas identificar desequilibrios —como baja diversidad, sobrecrecimiento de bacterias perjudiciales o falta de cepas beneficiosas— y ofrecer recomendaciones dietéticas en consecuencia. Una de las intervenciones más efectivas para mejorar los resultados de las pruebas y la salud intestinal es adoptar una dieta del microbioma, diseñada intencionalmente para nutrir a las bacterias beneficiosas y aumentar su diversidad.

La dieta del microbioma no es una moda, sino un estilo de vida que enfatiza alimentos enteros, mínimamente procesados, ricos en fibra, compuestos de origen vegetal, probióticos y prebióticos. Su objetivo es crear un entorno donde prosperen las bacterias beneficiosas, limitando al mismo tiempo los alimentos que promueven el desequilibrio o la inflamación. Los estudios científicos demuestran que la diversidad en la ingesta de alimentos conduce a la diversidad microbiana: más tipos de alimentos significan más tipos de bacterias, lo que contribuye a una mayor resiliencia intestinal y a una mejor inmunidad.

Tus elecciones alimentarias influyen directamente no solo en la cantidad de bacterias, sino también en su comportamiento. Ciertos compuestos, como los prebióticos, fomentan el crecimiento bacteriano, mientras que los alimentos fermentados introducen nuevas cepas bacterianas en el sistema. Los alimentos ricos en fibra actúan como sustrato para que estas bacterias fermenten, liberando ácidos grasos de cadena corta como el butirato que protegen el revestimiento intestinal y reducen la inflamación.

En esta guía profundizaremos en los grupos de alimentos que apoyan la salud intestinal. Exploraremos los efectos de los granos antiguos, las legumbres y las verduras fermentadas; el poder de los lácteos probióticos como el yogur y el kéfir; el papel de las frutas y verduras ricas en fibra; y cómo los alimentos ricos en polifenoles y los prebióticos aumentan la resiliencia. Alineando tus hábitos alimentarios con la dieta del microbioma y utilizando herramientas como la prueba del microbioma, puedes crear una relación más simbiótica con tu intestino.

Exploremos esta emocionante frontera del bienestar y descubramos cómo tu próxima comida puede ser un paso hacia una mejor salud desde el interior hacia afuera.

Granos antiguos, verduras fermentadas y legumbres para las pruebas del microbioma: nutrir el microbioma de forma natural

Cuando buscas mejorar tu microbioma intestinal mediante la dieta, incorporar alimentos tradicionales como granos antiguos, verduras fermentadas y legumbres puede aportar beneficios fundamentales. Estos alimentos han nutrido a diversas culturas durante milenios, y la ciencia moderna confirma que desempeñan un papel crítico en el mantenimiento del equilibrio de la flora intestinal.

Los granos antiguos como la quinoa, el mijo, el farro, el amaranto, la avena y la cebada son más que añadidos saciantes a tu plato: están repletos de fibra dietética, proteínas de origen vegetal y micronutrientes. A diferencia de los granos refinados, estos granos ancestrales conservan el salvado y el germen, proporcionando almidones resistentes y fibras que sirven de combustible prebiótico para las bacterias colónicas. Estas fibras fermentables no solo apoyan el crecimiento de microbios beneficiosos, sino que también fomentan la producción de ácidos grasos de cadena corta que mejoran la integridad del revestimiento intestinal, regulan las respuestas inmunitarias y reducen la inflamación.

Entre ellos, la avena y la cebada son particularmente ricas en beta-glucanos, un tipo de fibra soluble que fortalece la salud intestinal y conduce a mejoras medibles en la diversidad microbiana. El consumo regular de estos granos se ha asociado con niveles aumentados de Bifidobacteria y Lactobacilli, dos géneros beneficiosos dominantes en el microbioma humano. Añadir ½ taza de avena o cebada cocida en el desayuno o incorporar quinoa en ensaladas puede ofrecer beneficios acumulativos con el tiempo.

Las verduras fermentadas aportan cultivos microbianos vivos directamente al intestino, actuando como probióticos naturales. Alimentos como el chucrut (col fermentada), el kimchi (un acompañamiento picante coreano hecho de rábano, col, ajo y chile) y los encurtidos fermentados en salmuera contienen bacterias lácticas, un grupo que incluye especies de Lactobacillus. Estas bacterias han demostrado reducir problemas gastrointestinales, apoyar el sistema inmunitario e incluso mitigar síntomas de ansiedad y depresión, probablemente a través del eje intestino-cerebro. El kéfir y el kombucha son excelentes bebidas para incluir, pero las opciones alimentarias suelen aportar más sustancia y fibra adicional.

Las legumbres —incluyendo lentejas, garbanzos, frijoles negros, frijoles pintos y alubias blancas— son ricas en fibras solubles e insolubles, que ayudan a dar volumen a las heces, alimentan a los microbios y crean un pH intestinal favorable. La fermentación de estas fibras en el colon se ha vinculado con un aumento de bacterias productoras de butirato como ciertas Firmicutes y otras cepas beneficiosas que generan AGCC (ácidos grasos de cadena corta). Algunos aminoácidos y fitoquímicos presentes en las legumbres además potencian funciones intestinales antiinflamatorias.

Estudios que examinaron a individuos con dietas ricas en legumbres mostraron perfiles mejorados del microbioma en las pruebas intestinales, con aumentos claros en la riqueza y diversidad microbiana. También mostraron mejoras en marcadores metabólicos como un mejor control de la glucosa y menor inflamación sistémica —beneficios adicionales que resaltan la influencia del intestino más allá de la digestión.

Si estás registrando cambios mediante una prueba del microbioma, incorporar regularmente estos grupos de alimentos puede ayudar a crear mejoras medibles en bacterias beneficiosas y cambios en los marcadores de disbiosis. Prueba una rotación semanal que incluya bowls de quinoa, sopas de legumbres, toppings de chucrut y ensaladas con verduras fermentadas para mantener bien alimentado y resiliente a tu microbioma.

Yogur, kéfir y otros probióticos beneficiosos para las pruebas del microbioma: cultivar un equilibrio microbiano saludable

Si buscas apoyar tu microbioma mediante la dieta, pocas intervenciones son tan directas y beneficiosas como el consumo de probióticos. Estos son microorganismos vivos, a menudo denominados “bacterias buenas”, que, cuando se ingieren en cantidades adecuadas, confieren beneficios naturales para la salud —principalmente al restaurar el equilibrio y la variedad en tu ecosistema intestinal. Los alimentos ricos en probióticos ofrecen una de las vías más sencillas y accesibles para introducir bacterias beneficiosas en el tracto digestivo y son un pilar reconocido de la dieta del microbioma.

El yogur es quizá el alimento probiótico más consumido y reconocido. Se elabora fermentando la leche con cultivos bacterianos vivos, comúnmente Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus. El yogur de alta calidad suele incluir también cepas adicionales como Lactobacillus acidophilus y Bifidobacterium lactis, conocidas por colonizar los intestinos y mejorar la función de la barrera intestinal. La ingesta consistente de yogur se asocia con una mejor digestión, menor incidencia del síndrome del intestino irritable (SII) y apoyo en la modulación inmunitaria. Elige yogur natural sin azúcar con cultivos vivos y activos para maximizar los beneficios y minimizar el azúcar añadido que podría favorecer bacterias perjudiciales.

El kéfir, una bebida láctea fermentada originaria de Europa del Este, contiene un perfil bacteriano aún más diverso que el yogur. Además de especies de Lactobacillus y Bifidobacterium, incluye varias cepas de levaduras, como Saccharomyces cerevisiae, que benefician la flora intestinal equilibrando sobrecrecimientos bacterianos como Candida. El kéfir puede contener hasta 30 cepas probióticas, lo que lo convierte en un potente promotor de riqueza microbiana y resulta especialmente útil tras tratamientos con antibióticos.

Otros alimentos probióticos incluyen tempeh (producto de soja fermentada), miso (un condimento japonés hecho de soja fermentada), natto, suero tradicional, leche acidófila y pepinillos fermentados en salmuera —no en vinagre. Cada uno introduce microbios diferentes que colectivamente contribuyen a un entorno interno dinámico. Consumir una variedad de alimentos probióticos puede diversificar más eficazmente tu microbiota que confiar en una sola fuente.

Para asegurar que estos probióticos contribuyan de manera positiva, es importante alimentarlos adecuadamente con prebióticos y fibras (comentados más adelante). También, la consistencia es clave: los alimentos fermentados deberían consumirse con frecuencia, si no diariamente, en porciones pequeñas pero regulares (por ejemplo, ¼ de taza de chucrut o una porción de yogur/kéfir). Si persisten problemas digestivos, combinar cambios dietéticos con una prueba del microbioma puede dar indicaciones más claras sobre qué cepas faltan o dominan e informar estrategias personalizadas.

Para quienes no toleran los lácteos, los probióticos de origen vegetal como el yogur de coco, el kéfir de almendra y bebidas fermentadas con cultivos vivos pueden ser alternativas adecuadas. Además, existen suplementos probióticos útiles para intervenciones concretas, aunque las formas alimentarias completas tienden a ofrecer mejor soporte nutricional junto con los probióticos.

Frutas, verduras y cereales integrales como fuentes de fibra dietética para las pruebas del microbioma: alimentar tu jardín microbiano

Una de las maneras más fiables de cultivar un microbioma intestinal saludable es alimentar a tu población microbiana existente con fibras vegetales fermentables: componentes dietéticos que las enzimas humanas no pueden digerir, pero que los microorganismos intestinales sí. Estas fibras actúan como prebióticos cuando se fermentan en el intestino grueso y se convierten en ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como acetato, propionato y butirato. Estos AGCC nutren el revestimiento del colon, regulan el sistema inmune e incluso apoyan la salud cerebral. Por ello, las frutas, las verduras y los cereales integrales forman un pilar de la dieta del microbioma.

Las frutas proporcionan una rica variedad de fibras solubles e insolubles, polifenoles (que trataremos más adelante), vitaminas y minerales que, en conjunto, crean un entorno óptimo para la diversidad intestinal. Las bayas destacan por su fibra y nivel de antioxidantes. Los arándanos, las frambuesas, las moras y las fresas aportan no solo alrededor de 8 gramos de fibra por taza, sino también compuestos bioactivos que han mostrado aumentar Lactobacillus y Bifidobacterium. Los plátanos y las manzanas contienen inulina y pectina, respectivamente —fibras con fuerte potencial prebiótico.

Las verduras, especialmente las hojas verdes y las raíces, ofrecen un espectro de fibras fermentables. La col rizada, la espinaca, la acelga y la col de hojas proporcionan fibra insoluble y son ricas en magnesio, lo que apoya la motilidad y el equilibrio microbiano. La batata, la remolacha, la zanahoria y la alcachofa de Jerusalén (topinambur) no solo son ricas en fibra, sino que también contienen almidón resistente, que fermenta lentamente y beneficia las regiones más profundas del colon.

Los cereales integrales como el arroz integral, la avena cortada al acero (steel-cut oats), el bulgur y la cebada son densos en fibras como beta-glucano y arabinoxilanos, demostradas que apoyan la riqueza microbiana. La avena tiene un papel icónico en la salud intestinal, equilibrando el azúcar en sangre y el colesterol mientras mejora las poblaciones de bacterias productoras de butirato. Combinar cereales humildes con verduras fibrosas hace que las comidas sean funcionales en múltiples niveles.

Mejorar la ingesta de fibra debe hacerse de forma gradual, especialmente si tu consumo inicial es bajo, para minimizar hinchazón o molestias. Procura beber suficiente agua y asegúrate de que tu fibra provenga de alimentos integrales variados en lugar de depender únicamente de polvos o suplementos. Apunta a 25–35 gramos de fibra diarios, distribuidos a lo largo de las comidas.

Las pruebas del microbioma de servicios como InnerBuddies pueden ayudar a indicar qué taxones están prosperando o están escasos en respuesta a tu dieta actual. Por ejemplo, una prueba podría revelar niveles bajos de butirato, lo que sugiere que no hay suficiente fibra fermentable. En ese caso, aumentar las hojas verdes o la avena puede provocar beneficios medibles.

La conclusión práctica: comer alimentos de colores vibrantes y ricos en fibra alimenta a tus aliados microbianos y puede producir mejoras detectables en tan solo 2–4 semanas. Construir comidas alrededor de productos frescos garantiza que estés apuntando directamente a la zona más dinámica de la nutrición microbiana.

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