Investigaciones recientes han revelado una fuerte conexión entre el Síndrome del Intestino Irritable (SII) y el microbioma intestinal, la diversa comunidad de bacterias, virus, hongos y otros microorganismos que viven en el tracto digestivo. En individuos sanos, este microbioma juega un papel crucial en la digestión, la función inmunológica e incluso en la regulación del estado de ánimo. Sin embargo, en personas con SII, los estudios han encontrado diferencias significativas en la composición y actividad de estos microbios intestinales. Por ejemplo, los pacientes con SII a menudo tienen niveles más bajos de bacterias beneficiosas comoBifidobacteriumy Lactobacillus, y niveles más altos de especies potencialmente dañinas o proinflamatorias. Estos desequilibrios, conocidos como disbiosis, pueden interrumpir las funciones normales del intestino, lo que lleva a síntomas como hinchazón, dolor y movimientos intestinales irregulares.
Los mecanismos que vinculan el microbioma con los síntomas del SII son complejos y multifacéticos. Una de las principales vías involucra la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) y otros metabolitos microbianos, los cuales ayudan a regular la motilidad intestinal y la inflamación. Un microbioma alterado puede producir gases excesivos o irritantes, los cuales pueden estimular los extremos nerviosos del intestino y desencadenar dolor o urgencia. Además, el eje intestino-cerebro —un sistema de comunicación bidireccional entre el intestino y el sistema nervioso central— puede verse influenciado por señales microbianas, potencialmente aumentando la sensibilidad a los procesos digestivos normales en las personas con SII. Estas ideas han abierto nuevas vías para el tratamiento, como los probióticos, prebióticos, cambios dietéticos como la dieta baja en FODMAP, e incluso el trasplante de microbiota fecal, aunque se necesita más investigación para comprender y aprovechar plenamente estos enfoques.